Tuesday, April 8, 2014

"CUALQUIERA PUEDE SER VÍCTIMA DE UN PERVERSO"

MARIE-FRANCE HIRIGOYEN, PSICOLOGA "Cualquiera puede ser víctima de un perverso" Alta peligrosidad. ¿Quién no se chocó alguna vez con alguien que hacia todo por complicarte la vida? Esa experiencia sumamente traumática fue bautizada como "acoso moral" por la psiquiatra y psicoanalista Marie-France Hirigoyen.

Por ANA LAURA PÉREZ. De la Redacción de Clarín.



A partir de su experiencia como terapeuta y experta en victimología en Francia y los EE.UU. (donde se especializó en la atención de quienes sufrieron ataques de asesinos seriales) encontró notables parecidos entre las secuelas que padecen las personas que fueron agredidas o violadas y las sometidas al maltrato psicológico. Este fenómeno, que por sus características epidémicas preocupa a sanitaristas y sindicatos, debe ser prevenido ya que puede empujar a la víctima al suicidio, advierte. Hirigoyen, quien visitó el país para presentar su libro "El acoso moral" (Paidós) adjudica su fama al haber hecho público un problema que millones de trabajadores soportan en privado. Desde hace algún tiempo -y a partir de un libro suyo- se comenzó a hablar del "acoso moral" como el maltrato que sufren en sus empleos millones de trabajadores.



¿Cómo lo define usted?

-El acoso moral consiste en procedimientos abusivos, palabras o sobreentendidos, gestos y miradas que, por su frecuencia o sistematización afectan la integridad psíquica o física de una persona. Son procedimientos sutiles, que parecen menores o poco relevantes y que, al ser repetidos, se convierten en altamente destructivos para quien los sufre.


¿Qué características tiene el acosador moral? -Hay que aclarar que cualquiera puede tener este tipo de comportamiento cada tanto, pero si no somos perversos, tomamos conciencia de que exageramos, pedimos disculpas o nos sentimos molestos e incómodos con nosotros mismos. Sin embargo, hay otros individuos -a los que se denomina perversos narcisistas, para diferenciarlos de los perversos sexuales- que no consideran a los otros como personas sino como objetos. Un perverso sexual utiliza a los otros sexualmente y un perverso moral utiliza a los otros para su propia existencia con el objetivo de llegar al poder. Los personas narcisistas son personas que podrían haber sido grandes enfermos mentales o psicóticos pero que escapan a la enfermedad mental gracias a su inteligencia y su adaptabilidad a la sociedad. Son personas que además tienen mucho éxito en la vida profesional porque carecen de escrúpulos: pueden aplastar a los otros, mentir y falsificar con total aplomo.



¿No es exagerado afirmar -como usted en su libro- que hay parecidos entre acosadores morales y asesinos seriales?

-No, partí del estudio de los asesinos seriales para escribir el libro pero comprobé que entre unos y otros se daba la misma forma de proceder. Entre los asesinos seriales hay dos tipos: psicóticos, que son verdaderos enfermos mentales, y perversos narcisistas, que quieren sobresalir y no soportan que la persona que tienen delante sea un ser humano que sufre y que reacciona. Los asesinos seriales -una vez que empezaron y vieron que su perversión funciona- persisten compulsivamente en esa actitud. Y ése es el punto común con los perversos narcisistas. Estos son sólo menos destructivos y, más que matara alguien, van a ingeniárselas para que la persona se mate por enfermedad o suicidio. Empujar a una persona al suicidio es el mayor éxito de un perverso.



¿Las víctimas tienen, como sus victimarios, características comunes?

-En primer lugar, hay que aclarar que cualquiera de nosotros puede ser victima de un perverso. No hay que creer que existe un perfil que predestine a la posición de víctima porque eso implicaría decir que las víctimas son masoquistas y el agresor diría: "se lo merece". No estoy de acuerdo con eso. Simplemente, hay personas que se defienden mejor que otras y hay personas que sufren más que otras. Las personas que caen más en la trampa son escrupulosos que ponen muchas expectativas en su tarea. Quieren dar una buena imagen, se culpan si les dicen que el trabajo no está bien hecho y, sin duda, no tienen una gran autoestima. Cuando el otro les dice que no tienen valor, que son malos e incapaces, no están seguros de que no sea cierto. El agresor engancha a la víctima porque se niega a cargar con la culpa de lo que hace y todo lo que le sale mal es culpa de la víctima.



¿Qué estrategias se recomienda desarrollara las víctimas para defenderse o neutralizara un perverso narcisista?

-Primero hay que buscar ayuda porque cuando alguien está en una posición de víctima está bajo el dominio de otro y pierde la noción de normalidad. Es fundamental poder hablar con alguien a pesar de que, como todas las victimas, las personas tienen vergüenza y se sienten humilladas. Como paso siguiente, hay que conversar del problema con alguien del trabajo.



¿Cómo hace alguien acosado en su empleo para tratar allí su problema?

-En el trabajo es difícil porque si los compañeros toman partido por la víctima corren el riesgo de convertirse en victimas también. En consecuencia, hay que tratar de encontrar apoyo en la familia, los amigos y un psicólogo, porque para poder armar una buena defensa es muy importante estar en buen estado psicológico. Además, hay que hacer consultas jurídicas para saber cuáles son nuestros derechos, cómo se puede hacer para defenderse y al mismo tiempo cómo y qué pruebas acumular.



¿Cómo hacer para juntar pruebas cuando los ataques son, por definición, poco evidentes? -Coincido en que son agresiones sutiles y por lo tanto es muy difícil tener pruebas. Por eso hay que anotar todos los insultos y signos de humillación en un cuaderno para que haya un documento que pruebe la repetición de esas agresiones.



¿Los vínculos laborales perversos nacen únicamente por patologías individuales? ¿No influyen en ellos el contexto económico y la degradación creciente de las condiciones laborales?

-En el mundo del trabajo el fenómeno existió siempre pero quedó expuesto con crudeza al empeorar las condiciones laborales, aumentar el estrés y crecer entre los asalariados la sensación de no ser respetados ni escuchados. La desaparición y debilitamiento de los sindicatos, la pérdida de lazos solidarios por la fragmentación o individuación de las tareas aisló a la gente y le quitó medios para defenderse. Además, muchas empresas e instituciones -por un criterio totalmente erróneo- fomentan la rivalidad de los empleados para aumentar la competitividad e incitan a las personas a tener comportamientos perversos.

Si los acosadores alteran la capacidad productiva de los trabajadores, ¿por qué las empresas tienden a respaldarlos?

-En primer lugar, las empresas no ven que las malas actitudes de algunos disminuyan la productividad del resto de los empleados. Por otra parte, los individuos perversos son en general individuos seductores, hábiles, crean la ilusión de ser eficaces y, usualmente, son competentes profesionalmente. Y las empresas tienden a privilegiar a las personas que obtienen resultados aunque no respeten a sus pares. A muchas empresas les importa poco cómo tratan a los empleados si la cosa funciona. Es común escuchar a los directivos del sector privado decir: "El problema existe, pero no en esta empresa".

¿Hay trabajos o actividades más propensos a aceptar o generar actitudes perversas en los trabajadores?

-Sí. De manera muy nítida en aquellos lugares donde se puede tener poder rápidamente. Por ejemplo, en las asociaciones con fines humanitarios, donde no hay ganancias pero hay poder. Lo que pude ver es que el acoso no se hace de la misma forma en el sector privado y en el público. En el sector privado el acoso avanza más rápido, es más violento y evidente pero siempre hay una salida, buena o mala. A veces un despido, otras un juicio o una conciliación. En la administración pública, en cambio, la jerarquía es más pesada y la burocracia complica el despido de personal. Por lo tanto, el acoso dura mucho más tiempo, es más insidioso y no tiene salidas, lo que hace que, en definitiva, la gente se desestabilice mucho y le cueste más reponerse y sanar.

En Argentina, donde buena parte del aparato estatal se integra en base a amistades y vínculos políticos, ¿la permeabilidad a situaciones laborales enfermizas puede ser mayor que en otros lugares de trabajo?

-No diría que los políticos tengan un funcionamiento más perverso. Lo que creo es que el poder favorece actitudes perversas y, también, que el acoso puede instalarse con mayor facilidad cuando hay algo oculto. Si hay algo evidente para reprocharle a alguien, no hay necesidad de acosarlo. Se le dice: "Esto no marcha", se le aplica una sanción y se acabó el problema. El acoso es una forma de decir sin decir, de desestabilizara alguien cuando no hay nada para reprocharle. Entonces, cuando en algunas administraciones hay corrupción o abuso de bienes públicos se tiende a señalar a alguien como chivo expiatorio que es, en general, la persona que habla o no acepta esas reglas de juego.

¿Porqué, siendo el acoso moral un fenómeno tan nocivo, faltan leyes que lo sancionen? -Aunque hubiera una ley es difícil castigar el acoso porque rara vez hay pruebas. En los países donde hay una ley -Suecia, Suiza, Alemania y Canadá- hay que aportar la prueba de las agresiones. Y cuando hay una ley los individuos perversos se vuelven todavía más sutiles y más hábiles.


Como asesora de gobiernos, instituciones y sindicatos de todo el mundo, ¿qué recomendaciones hace en esos ámbitos? -Primero hay que reconocer que el problema del acoso moral es serio y existe. Luego, creo que deberían implementarse sistemas de mediación dentro de las empresas que podrían incluir al médico laboral, al director de recursos humanos y a los sindicatos a los que habría que capacitar porque todos reconocen su incapacidad para manejar la cuestión.

¿Y qué se puede hacer cuando el maltrato proviene de la dirección de esas empresas? -Cuando no es posible una mediación interna porque el acoso viene de la jerarquía hay que encontrar un mediador externo. Habría que crear un sistema público de mediación.

Si la persona acosada no logra que la empresa o el Estado la escuche, ¿qué le sugeriría que hiciera para solucionar el problema?

-En general, cuando las personas no encuentran una salida, terminan atendidas por un psiquiatra. Y el problema es pasar de una condición de enfermo a la condición de alguien que trata legítimamente de defenderse. Por eso, en tales casos, sugiero la intervención de abogados. Si tampoco así hay salida, creo, como médica, que es mejor que las personas salven su pellejo y que cambien de trabajo.



Es una solución difícil en un panorama laboral tan restringido...

-Sé que es difícil. No sólo por el empeoramiento mundial de las condiciones del mercado laboral, sino además porque las personas afectadas quieren salvar su honor y les cuesta renunciar a obtener disculpas de sus agresores. Ese anhelo de reparación moral es totalmente ilusorio.



¿Las consecuencias para la salud de las personas sometidas a este tipo de maltratos son mayores que las que generan los cambios actuales en el ámbito laboral?

-Las consecuencias sobre la salud son muy diferentes de las consecuencias del estrés. El acoso puede producir enfermedades psicosomáticas, estrés y depresión, pero también la humillación puede, a largo plazo, generar estrés postraumático como el que sufren las víctimas de atentados, agresiones o de violaciones.



Por ANA LAURA PÉREZ. De la Redacción de Clarín.

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